Los niños de la guerra españoles en la URSS (Contacto de culturas y de modelos antropológicos)
Antonio Fernández Ortiz
Historiador
Durante la Guerra Civil española de 1936-1939 fueron evacuados de diferentes zonas de España numerosos grupos de niños que, con el fin de salvaguardar su integridad y alejarles de las zonas más peligrosas, fueron enviados a diferentes países de Europa y América. Uno de estos grupos, llegó a la Unión Soviética en varios traslados a partir del año 1937 con la esperanza de volver pronto a sus lugares de origen una vez terminada la guerra. Sin embargo, las circunstancias históricas impusieron sus duras condiciones y pasaron cerca de veinte años hasta que en 1956 se les presentó la primera oportunidad de volver finalmente a España. Muchos decidieron entonces quedarse en la Unión Soviética y otros, también muchos, de los que regresaron a España, acabaron volviendo de nuevo a la URSS, donde unos y otros entre idas y venidas hicieron el resto de sus vidas.
Son posibles muchas y diferentes aproximaciones a este particular caso histórico. Una de ellas es desde luego la aproximación humana, tanto al colectivo en su conjunto, como a cada una de estas personas en particular. Vemos en ellos todas las manifestaciones de la naturaleza humana: el sufrimiento, la alegría, la esperanza, la abnegación, el espíritu de sacrificio, la entrega… Pero todas estas manifestaciones han estado en ellos siempre condicionadas por la añoranza de unos padres y una familia que quedaron en la lejanía y de una infancia que supuestamente pudo ser y que finalmente no fue.
Cuando en el día a día se trata con ellos personalmente, acaban transmitiendo esa añoranza y ese amargo sabor por un pasado biográfico idealizado. Quizá la expresión más amarga de esa añoranza es la recriminación lanzada por algunos ellos, ya en la edad de la ancianidad, a sus padres por haberles permitido la salida de España. Sentimiento sin embargo engañoso, en parte producto de su propia memoria descontextualizada por el inexorable paso del tiempo y por la distancia, porque, al fin y al cabo, nadie podía en aquella España, y mucho menos sus propios padres, garantizarles ni siquiera la infancia en aquellas terribles circunstancias, con la guerra en las puertas de sus casas.
Hay otra forma de aproximación a ellos, a través de lo que significan y de lo que aportan a la historia y al conocimiento. Los Niños de la Guerra españoles en la URSS se han convertido con el tiempo en un particular caso histórico. Cuando la emigración de un grupo humano compacto se produce en un periodo muy corto de tiempo puede darnos un importante conocimiento cultural y antropológico. En este caso, los niños no sólo estuvieron en estrecho contacto con la sociedad soviética sino que con el paso del tiempo llegaron a incorporarse a ella, pero con una particularidad: sin dejar de ser españoles.
Conocieron todos los aspectos de la vida soviética. Se formaron y estudiaron en las guarderías, en las casas de niños (escuelas en régimen de internado), en los centros de formación profesional, en las universidades. Trabajaron en las empresas industriales, en las empresas agrícolas, en centros de investigación, en hospitales, en el ejército y en la Milicia (policía), etc.
Junto con los soviéticos, vivieron los periodos de normalidad y fueron partícipes de las situaciones extraordinarias de un siglo agitado. Vivieron durante el socialismo movilizado, durante la trágica Guerra Patria y durante el periodo de reconstrucción tras la guerra. Conocieron la estabilidad de los años 60 y 70 y viajaron por el mundo como técnicos e ingenieros soviéticos. Finalmente vivieron los años de la Perestroika, la desaparición de la URSS y la adaptación a las nuevas condiciones sociales y económicas de la Rusia postsoviética.
Todo este devenir biográfico lo hicieron desde una premisa importante: siguieron siendo españoles. Este aspecto fundamental de su presencia en la URSS y Rusia se consiguió por una decisión tomada a cuatro bandas por las autoridades de la España republicana, por los dirigentes del Partido Comunista de España, por las autoridades de la Unión Soviética y por los dirigentes del Partido Comunista de la Unión Soviética.
Hay que destacar como parte de este proceso a los educadores y maestros tanto españoles como soviéticos que se encargaron de la educación y formación de los niños. Los maestros españoles que vinieron con los niños desde España llevaron a cabo una labor excepcional pocas veces reconocida y consiguieron transmitir a los niños las bases de la cultura española y evitaron el riesgo de asimilación cultural en el poderoso contexto cultural ruso-soviético. Eso si, la labor de los maestros españoles fue posible por el extraordinario apoyo y la labor pedagógica de los maestros soviéticos y del sistema educativo soviético, también poco o nada reconocida.
Esta particularidad, la de ser españoles en el contexto histórico soviético es la que le da el valor añadido a la emigración de los niños españoles en la URSS. Veamos.
Los puntos de partida de la URSS, antes Imperio Ruso, y de España son muy similares. Sociedades campesinas que no han terminado de llevar a cabo su proceso de transformación industrial y que apenas habían avanzado por la senda de la modernización según el modelo que de la misma supone la experiencia histórica de Europa occidental. Además, desde un punto de vista antropológico eran sociedades donde predominaba un modelo de hombre solidario, estrechamente vinculado a estructuras sociales y económicas de carácter colectivista. En Rusia la comunidad campesina y todas sus derivaciones, en España todo el entramado de estructuras y de tierras de usos comunales.
Sin embargo, ya desde el siglo XIX los caminos para adaptarse al mundo de la modernidad industrializada comienzan a diferir en España y Rusia. La vía que se adopta en España fue similar a la de los países de su entorno europeo, es decir disolución de estructuras colectivistas, como por ejemplo la Mesta, y privatización de las tierras de la Iglesia (desamortización de Mendizábal) y de los montes y pastos de uso comunal de los municipios españoles (desamortización de Madoz).
En Rusia, por el contrario, la liberación de los campesinos de 1861 se realizó sobre la base de la comunidad campesina (Mir), y ante la presión del capitalismo durante la segunda mitad del siglo XIX y el primer cuarto del XX, la inmensa mayoría de la población optó de forma contundente por pedir la nacionalización de la tierra. La Revolución socialista en Rusia eliminó los vestigios del breve periodo del capitalismo moderno y revitalizó las formas tradicionales de colectividad y solidaridad. En forma de Unión Soviética, Rusia se modernizó “huyendo del capitalismo” y teniendo como base su sociedad tradicional, es decir su “comunismo campesino arcaico”, en palabras de Max Weber, y su modelo antropológico colectivista, solidario y paternalista.
Por su parte, los niños que llegaron a la URSS provenían en la inmensa mayoría de familias de trabajadores que todavía mantenían estrechos lazos con el mundo campesino y agrario español y en las que estaban todavía presentes importantes aspectos de un modelo antropológico también solidario y colectivista. Sin embargo, y a pesar del discurso solidario predominante en aquellos años, la España republicana se modernizaba en el marco general de la sociedad moderna del capitalismo occidental, teniendo como referente el modelo antropológico del hombre competitivo e individualista, producto del humanismo renacentista, del racionalismo cartesiano y de los principios de la Ilustración francesa. Este modelo cultural y antropológico estaba presente entre los adultos que acompañaron a los niños desde España, en particular en el colectivo de profesores y educadores españoles. Cuando los profesores transmitieron a los niños las bases de la cultura española, transmitieron también este modelo antropológico.
Al mismo tiempo, los niños fueron educados y formados en contacto con la cultura ruso/soviética, por lo que finalmente acabaron asumiendo ambos modelos antropológicos. Los conflictos personales, sociales y políticos que han jalonado sus vidas han estado condicionados por la presencia en su conciencia y en su ser social de estos dos principios, y sobre esta dualidad han transcurrido sus vidas tanto en la URSS (ahora Rusia), como allí donde la vida les llevó.
Cuando se estudian las fuentes documentales, por cierto muy bien conservadas y catalogadas en los archivos rusos, o los testimonios orales y escritos de los Niños de la Guerra, nos encontramos, como consecuencia de esa dualidad y choque de modelos antropológicos, con un material excepcional para analizar e intentar entender aspectos claves de la historia más reciente. En primer lugar, el conflicto de concepciones del mundo que dentro de España supuso la guerra civil de 1936-1939, que sigue cerrándose en falso alrededor de conceptos superficiales que no van más allá de una verdad aparente. En segundo lugar, la naturaleza del proyecto soviético que durante todo el siglo XX significó una importante alternativa (otro camino) para el desarrollo de la civilización industrial moderna. Y en tercer lugar, el choque de concepciones del mundo que hoy día sigue produciéndose entre Rusia y Occidente.
Finalmente, sirva este texto de homenaje a los Niños de la Guerra y a todas aquellas personas e instituciones, españolas y soviéticas, que en tiempos difíciles y trágicos fueron capaces de colocar en primer plano la solidaridad entre los pueblos y la protección de la infancia. Y sirva también para llamar la atención sobre el contenido del catálogo y de la exposición fotográfica que acompaña, ya que en ellos se encuentran precisamente algunas de las evidencias de ese choque cultural y antropológico entre maneras diferentes de ver y entender el mundo.
Moscú, enero de 2015
(Publicado como prólogo en el catálogo:
LOS NIÑOS DE LA GUERRA CUENTAN SU VIDA, CUENTAN TU HISTÓRIA.
Exposición en la que los Niños de la Guerra españoles evacuados a la URSS durante la Guerra Civil española cuentan sobre su vida (1937-2014)
Ministerio de Empleo y Seguridad Social
Madrid-Moscú 2015)